La muerte es un suceso inevitable. Damen Hathaway.

miércoles, 27 de julio de 2011

15. Alas (Primera Parte)

Narrado por Camira.

Tengo miedo. Miedo de caer, miedo de volar, miedo incluso de pisar el suelo bajo mis pies. Es una sensación que me invade desde hace aproximadamente una semana, y me aterra que pueda crecer. Además, no sé exactamente quién soy, si estoy muerta o en realidad no. Pero lo que hace que mi corazón corra despavorido, es el hecho de que extraño a Leo; eso es lo que más me horroriza.
Volví mi cabeza hacia la puerta en cuanto ésta se abrió. Por ella entró Gio con una bandeja de comida. Me sonrió y yo no tuve otra alternativa más que devolverle el gesto.
–¿Estás bien? –preguntó.
Asentí y me levanté de la cama para acercarme al escritorio donde había puesto mi cena.
–Ya se están preguntando por qué no has salido de la habitación.
–¿Qué les has dicho? –inquirí antes de meterme a la boca un pedazo de mi torta de huevo.
–Que aún te estás recuperando, pero comienzan a sospechar. Al menos Ginna lo hace. Creo que te culpa porque Leonardo se haya ido.
Gio me había contado que Leo y Ginna eran medios-hermanos. Era por eso que ella me odiaba tanto, aunque también tenía que ver que yo había sido la causante de que mataran a mi padre. Creo que yo también me odiaba un poco por ello.
–¿Crees que la nota tenía que ver algo con lo que me está sucediendo? –curioseé.
Gio suspiró y fue a sentarse en mi cama mientras yo comía.
–No lo sé. Pero estoy segura de que esto no es algo común entre los ángeles –respondió–. Tal vez te están dando una segunda oportunidad –agregó después de unos segundos.
Miré el suelo y seguí masticando.
–Tal vez –coincidí.
–¿Has intentado ver tus alas?
Lo pensé durante unos segundos.
–No sé si en realidad tengo unas –admití.
Gio frunció el entrecejo y luego una sonrisa nació en su rostro. Se levantó de la cama y se acercó a mí. Vio mi plato vacío y tomó mi mano para después jalarme hasta la puerta y salir de la habitación.
–¿Qué sucede? –le pregunté susurrando y tratando soltar mi mano de la suya. Un esfuerzo inútil ya que él era más fuerte que yo–. ¿Por qué me sacaste de allá? ¿No habíamos acordado que me quedaría dentro para que nadie supiera el tema de muerta-viva?
Él no respondió, sólo siguió corriendo por los pasillos de Klair y arrastrándome detrás de él.
–¿Adónde vamos? –volví a intentar.
–¡Cállate y vive, Camira! –gritó haciéndose el enojado por mis preguntas pero al final de la frase, una risotada se le escapó de la boca. No pude evitar sonreír también.
Sin embargo, la sonrisa desapareció cuando nos encontramos frente a las dos grandes puertas que marcaban la salida de Klair.
–¿Qué hacemos aquí? –inquirí con expresión seria.
–Exploraremos quién eres –contestó dejando mi mano libre. Mi piel extrañó su contacto.
Lo miré sin entender.
–¿A qué te refieres?
–Sígueme –dijo únicamente.
Empujó las puertas y éstas se abrieron silenciosamente. Gio se perdió en la oscuridad del túnel mientras yo me quedaba rezagada, sin poder hacer que mis pies dieran un paso. Había algo que me aterraba acerca de salir.
Miedo de caer, miedo de volar, miedo incluso de pisar el suelo bajo mis pies.
–¡Vamos, Camira! –escuché desde la penumbra.
Suspiré y con los nervios de punta, me adentré en las sombras.
Intenté buscar a Gio pero no lo encontré por ninguna parte.
Antes había estado en aquel lugar. Había entrado por primera vez a Klair por ahí, aún cuando era demasiado pequeña como para recordarlo y mi madre me había traído tratando de encontrar un sitio donde pudiera estar a salvo. Luego había vuelto hacía unos meses, escoltada por Gio. Y más tarde, cuando pretendí huir de el hecho de que Leo me había mentido al hacerme creer que había muerto.
Irónico, pensé, es exactamente lo que estoy haciendo yo ahora.
Tanteé la oscuridad buscando la pared y mis dedos se mojaron por la humedad cuando la toqué. Entonces me dejé guiar por ella, siguiendo el camino por el que había ido Gio. El alivio me embargó cuando vi una luz que no podía ser más que la que se colaba por el alcantarillado por el que se entraba a Klair; ahí me esperaba Gio con una sonrisa.
–Te tardaste –se mofó.
–No tengo tu vista, ni tu velocidad, supongo que hice mi mejor esfuerzo –le respondí molesta porque me haya dejado sola, queriendo que lo siguiera.
–Lo siento –se disculpó–, pero sé que me perdonarás cuando veas a dónde vamos.
Levanté una ceja y me crucé de brazos. Pruébame, pensé.
–Vamos –me animó.
Vi cómo quitaba la tapa del desagüe y se preparaba para saltar. Al segundo siguiente lo miré hacia arriba. Él se cruzó de brazos y movió la cabeza hacia a un lado, claramente refiriéndose a que me esperaba allá arriba.
–Ha. ¿Quieres que salté? –pregunté atónita, descruzándome de brazos.
Gio largó una carcajada pero asintió. Entonces alcancé a ver por el rabillo del ojo algo moverse al otro lado del túnel, más allá de la tapa de la alcantarilla. Ahora que lo pensaba, nunca antes había ido hacia el otro lado. Me quedé mirando aquel lugar intentando ver qué había sido, pero al verificar, el silencio me devolvió la mirada y la oscuridad se quedó quieta.
Te estás volviendo paranoica, me dije a mí misma. No hay nada ahí.
Suspiré tratando de calmarme y miré a Gio.
–¡Concéntrate! –gritó.
Yo puedo, yo puedo, me repetí. Sólo tengo que saltar.
Y lo hice; salté y probé la velocidad y el aire a mí alrededor.
Sentí la adrenalina correr por mis venas. Fue mejor que la sensación del viento golpeando tu cara, mejor que ganar la lotería, mejor que ir en la montaña rusa más rápida del mundo. Fue mejor que todo lo que había hecho antes en mi vida.
–Fue asombroso –comenté cuando estuve al lado de Gio, quien me miraba con una extraña sonrisa en el rostro.
–Me alegra que te haya gustado.
–¿Gustado? Fue fantástico. Fue total y absolutamente fantástico –dije gesticulando con las manos. Estaba fuera de mí. Tan sólo quería sentir aquello de nuevo. Él rió.
–Esto te gustará también entonces –aseguró mientras comenzaba a caminar por la calle.
Fue ahí cuando reparé que todo estaba en silencio. Las calles estaban desiertas mientras transitábamos por ellas y las luces de las casas estaban apagadas a excepción de unas cuantas donde se oía un televisor prendido. Estaba oscuro y la luna se posaba sobre nuestra cabeza, mirándonos con un único ojo. Las aves nocturnas cantaban y era la primera vez que reparaba en ellas. Quizá antes había habido mucho ruido o ellas habían cantado demasiado bajo.
–Debe haber algún punto donde te cruzas entre los ángeles y los humanos, a pesar de ser hija de dos ángeles –dijo Gio con emoción. Parecía un niño al que le acababan de regalar algo y estaba descubriendo qué era–. Porque pudiste saltar a esa velocidad –exclamó volteando a verme.
Eres una Año Bisiesto, recordé las palabras de mi padre en el sueño.
–¿Crees que en serio tengo alas? –Está bien, lo admito. Yo estaba igual que él de emocionada; tal vez más.
–¿Creerlo? Estoy seguro –dijo sonriendo.
Asentí, frunciendo el entrecejo. Me concentré en escuchar nuestras pisadas al tiempo que caminábamos.
–Llegamos –dijo después de que perdiera la cuenta de los minutos que llevábamos andando. Levanté la vista y me encontré con algo fantástico.
Los árboles estaban perdiendo su follaje y el suelo era una mezcla de dorado, rojo y naranja. Era hermoso. Había farolas encendidas a lo largo del parque, iluminando la noche. Todas parecían haber sido encendidas una por una, como en el pasado que un hombre pasaba a prenderlas por las tardes, antes de que anocheciera y todo estuviera demasiado oscuro como para ser seguro. Había bancas pintadas de verde también. Y a lo lejos, había una pareja sentada, riéndose.
El recuerdo me golpeó de frente y no tuve la fuerza ni las ganas necesarias para ahuyentarlo.

En ese entonces, yo tenía quince años y Leo se mantenía en sus eternos veintiuno. Yo tenía una vaga idea de por qué era así pero nunca me atreví a preguntarle de verdad, sentía que de algún modo le dolía contar su historia. La gente pensaba que él era mi hermano mayor, y durante los años de mi infancia había sido así para mí, pero conforme crecía dejé de verlo como un hermano. Sabía que él no iba a envejecer y que yo sí, así que un día lo alcanzaría y tenía la esperanza de que él me amara tanto como yo a él para convertirme en lo que él era y poder estar juntos por siempre. Era muy joven y mis ideas del mundo se reducían a los cuentos de hadas, y las personas que nos perseguían sólo ayudaban a alimentar mi imaginación. Ahora sabía que esas personas eran ángeles y que Leo era uno de ellos.
Habíamos estado caminando por el Hyde Park en Londres hasta que nos cansamos y nos sentamos en el pasto a descansar mientras veíamos las fuentes. Esa vez fue cuando me dio mi primer beso.
–Camira… –susurró.
–¿Qué pasa? –pregunté preocupada, y al verlo acercarse a mi rostro, mi corazón comenzó a martillearme el pecho–. Leo… –Y entonces sus labios habían empezado a rozar los míos.
Era un beso exigente. Era como todas las veces que había querido que esto pasara multiplicado por mil, un millón o incluso el infinito. Era como todo lo que habíamos pedido hecho realidad.
Sus labios junto a los míos, era una sensación que nunca olvidaría.
Después de un rato nos separamos debido a que necesitábamos respirar.
–Wow –dije.
–Wow –secundó Leo.
Yo miraba el suelo, con las mejillas sonrosadas y los labios hinchados, intentando calmar mi respiración. Pero entonces unas inmensas ganas de ver sus ojos, de ver su reacción, me atravesaron, haciendo que levantara la vista hacia él. Mi corazón paró un segundo al ver su expresión. Sus ojos brillaban con algo desconocido pero que hacía que mi felicidad rayara más allá de los límites permitidos, su boca estaba curvada hacia arriba en una ligera sonrisa que combinaba a la perfección con sus labios rojos. Las comisuras de mis labios se elevaron instintivamente.

–¡Camira! –exclamó una voz que me trajo de vuelta al presente.
–Lo-lo siento –me disculpé–. Y-yo estaba… amm… –Suspiré y me limité a decir–: Lo siento.
–¿Estás bien? –me preguntó Gio extrañado.
–Sí, sólo me perdí en mis pensamientos. Lo siento, de verdad.
–¿Leo? –tanteó.
Me quedé callada y él apretó los dientes, luego suspiró y metió las manos en sus bolsillos.
–No importa. Ven, vamos.
Levantó la mano hacia mí en un acto reflejo pero no llegó a tocarme sino que se detuvo a unos centímetros de la mía y volvió a bajarla. Dio media vuelta y caminó hacia la derecha, lejos del parque.
–¿Cómo? ¿A dónde vas? ¿No lo haremos en el parque? –pregunté atónita al ver que se marchaba en dirección al bosque.
Volteó a verme.
–Hay muchas respuestas indebidas para esa pregunta, Camira… –contestó haciendo que una sonrisa apareciera en su rostro. Mi corazón hubiera dado un vuelco de haber seguido latiendo.
Noté cómo mis mejillas se pintaban de un rojo intenso y miré mis pies avergonzada. Pero me alegré de que su humor hubiera vuelto y no estuviera distante de nuevo.
–… pero me las guardaré –agregó parando de reír al ver que me había sonrojado y que veía fijamente el suelo, pero aún mantenía su tono divertido cuando dijo–: Hay gente en el parque, podrían vernos. No deberíamos arriesgarnos.
Me sentí tonta ante la obviedad de su explicación.
–Cierto. Vamos –musité aún hecha un tomate.
Me dirigí al bosque a toda prisa evitando que me viera la cara y al poco rato sentí sus pasos detrás de mí.


Bueno, como el capítulo está largo y me he tardado bastantito en escribirlo, así que decidí subir la primera parte y en unos días subiré la segunda.
Uff, ahora sí las cosas se ponen interesantosas (xD). Se preguntaran, ¿qué rayos es una año bisiesto? Bueno, les explico. Un/una año bisiesto, es aquel/aquella que... Bip Bip ¡Se corta la señal! ¡Tendrán que descubrirlo en los siguientes caps! (La imagen de la cabecera del blog les dará una pista)
............. xD
Me tardé muchísimo en escribirlo, y es que había tenido todos estos días libres por las vacaciones (¡Yay!) y pues la flojera me invade por estas fechas xD Pero comencé a escribir este capítulo y como que no me convencía mucho y lo eliminé y volví a empezar, y entonces me clavé pero de repente se me iba la inspiración (pienso que también anda de vacaciones xD) y paraba dejándolo varado. Más tarde o al día siguiente le seguía y entonces ayer y hoy las ideas llegaron solas así que me lancé a escribir y ya no lo dejé hasta hace unas horas que lo terminé, pero todavía faltaba corregirlo y tenía hambre xD así que cuando mi mamá llegó con pizza nada más cerré la compu y me olvidé (u.u) pero volví más tarde, lo revisé, lo corregí y todo ¡y aquí está!
Ok, ya me voy, ya fue demasiada charla. Espero les guste(:

Adiós,
Anna

P. D. La historia se llama Año Bisiesto y no Be True To Yourself -.-' Sólo se me hizo un buen título para el blog porque al principio el url del blog se iba a llamar así pero luego opté por "be yourself and forget the world" para el link. Be True To Yourself significa Sé Fiel a Ti Mismo. Y Be Yourself And Forget The World es Sé Tú Mismo y Olvídate Del Mundo.
Sólo lo quería aclarar porque hace unos meses me nominaron para unos premios (creo que saqué el tercer lugar pero no lo sé porque la chava del blog no pudo subir por asuntos personales y dijo que en unos meses regresaría) y mi historia la pusieron con el nombre "Be True To Yourself" y en realidad se llama "Año Bisiesto". Pero bueno, no estoy enojada o algo pero sólo les digo(: Ahora sí, adiós.

sábado, 23 de julio de 2011

Etereos: El Despertar

Hey! Damn! Ya les habia dicho que estaba haciendo una historia con unas chicas? Podrian pasarse? Les regalare una paleta imaginaria! :D Porfas! Es aquí: http://etereoseldespertar.blogspot.com/ Esta buena. En serio. Aquí les va la reseña:

Los plateados invadieron la tierra, destruyendo la raza humana casi hasta el punto de su extinción. Pero un grupo de ellos escapó, refugiándose en los bosques.
Luego de algunos años viviendo en la Tierra, los plateados se obsesionaron con los vestigios de la raza humana. Ellos crearon entonces a los etéreos, mezclando su propio ADN con el preservado de los seres humanos.
Dayra es parte de la tercera generación de humanos que lograron sobrevivir a la invasión plateada. Su padrastro fue engañado por un etéreo, perdiendo las armas de un grupo de pandilleros.
Muz, el líder de los pandilleros, desea sus armas de vuelta; pero su padrastro murió a manos del etéreo farsante y ella es la única que puede adentrarse en la ciudad plateada y recuperarse.
Amor y odio. Humanos y etéreos. Guerra y paz.



domingo, 10 de julio de 2011

14. Libre

Los latidos de su corazón cada vez eran más lentos y su respiración cada vez más entrecortada. Quería ver qué había a su alrededor y sin embargo sus ojos se negaban a abrirse gracias al sopor que la embargaba de pies a cabeza. Se sentía tan pesada como una puerta de hierro y por un instante se preguntó si en realidad no se había convertido en una. No, era imposible, seguía sintiendo su cuerpo… sólo que no lograba mover ninguna parte de él. No obstante, respiraba y oía, aunque no podía sentir nada a través del tacto, tampoco podía hablar.
–¿Cómo está ella? –preguntó una voz desconocida y al mismo tiempo extrañamente familiar.
–Pronto despertara, Giorgio. Ten paciencia.
Giorgio… De alguna manera el nombre le sonaba. No recordaba de donde pero su mente le brindaba pequeños retazos de un rostro joven y bello.
–Lleva tres días así, sin moverse.
–Es razonable. El cáncer por poco la consumía. –La segunda voz se mantenía calmada, pese a la desesperación de la primera–. Lo hizo –agregó sombríamente–, pero su destino estaba marcado.
–¿Recordará todo cuando despierte? Yo no lo hice.
–No lo sé, sinceramente.
Entonces fue cuando volvió en sí incorporándose en la camilla con un sobresalto y el último latido de su corazón.
–¡Camira! –exclamó Gio y los ojos de ella volaron desde el suelo hasta los ojos del muchacho. A su mente llegaron los recuerdos de la pelea y, sin decir nada, posó la mirada en el hombre canoso al lado de él.
–¿Dónde estoy? –le preguntó.
–En Klair.
–Lo sé –replicó ella–. ¿En qué lugar exactamente?
–¿Estás bien? ¿Te duele algo? Camira…
–Cállate, Gio –contestó con dureza, taladrándolo con los ojos.
Él dio un paso hacia atrás confuso y sorprendido.
–Soy Peter –intervino el hombre de cabello blanco al ver la situación–. ¿Cómo se siente, señorita Hathaway?
–Camira –se atascó con sus palabras–. Mi nombre es Camira, no señorita Hathaway. Y háblame de tú.
–Oh, bien. Entonces, ¿cómo te sientes, Camira?
–Confundida.
Él rió y Camira lo miró enojada.
–¿De qué se ríe? –espetó.
Peter calmó sus risas poco a poco.
–Lo siento, es que normalmente no es lo que escucho de mis pacientes.
–¿Es doctor?
–Algo así. Emm… Creo que Giorgio podría llevarte a tu habitación de nuevo. Supongo que ahora te encuentras en condiciones estables. –Se volvió hacia él–. ¿Giorgio?
El aludido asintió con la mirada fija en el suelo.
–Bien. Un placer conocerte, Camira. Espero nos volvamos a ver.
Ella asintió y se levantó de la camilla. Caminó hacia Gio y esperó a que él la mirara. Camira levantó la cara apretando los dientes. Tenía tantas cosas que gritarle a ese bastardo, estaba tan malditamente enojada con él.
–Vamos –musitó Gio, dio media vuelta y abrió la puerta para detenerla mientras Camira salió, luego la cerró y dirigió a Camira a su habitación porque ella no tenía ni la menor idea de cómo ir hacia allá desde donde estaba.
–Camira –dijo una voz femenina–. Qué alegría que hayas despertado. Estarás lista para tus deberes.
–Ella tiene que descansar.
–Ha descansado lo suficiente, ¿no crees, Giorgio? ¿O es que la quieres para ti solo?
–¿Cómo tú querías a Leonardo para ti sola? Mira dónde has ido a parar. No seguiré tus pasos, tenlo por seguro.
El odio ardió en los ojos de Ginna antes de dar media vuelta, sacudiendo su cabello y se marchó tratando de conservar su orgullo.
–¿Cómo es eso que quería a Leo para ella sola? –susurró Camira curiosa.
–Ginna es hermana de Leonardo –contestó Gio.
–Pero… ¿cómo? No se parecen en nada –dijo una Camira atónita.
Siguieron caminando mientras Gio soltaba una pequeña carcajada.
–Supongo que no. En realidad son medios-hermanos. Es todo lo que sé, en serio.
–¿Medios-hermanos? Leo nunca me dijo que tenía algo parecido a una hermana –musitó absorta en sus pensamientos.
–Sí, bueno, tampoco te dijo que era un ángel ni que Damen lo había enviado a cuidarte.
El comentario no había sido para herirla, pero según la mueca que ella había hecho, sí que le había dolido.
–Lo siento –intentó arreglar Gio.
–No importa –dijo ella tratando de restarle importancia.
–No, en realidad, lamento todo lo que ha pasado. Ese día no debía gritarte así ni haberte dicho todo lo que te dije. Debí ser más comprensivo. Debí entender mejor por todo lo que estabas pasando.
–Pasado pisado –aseguró Camira, aunque sentía que le estaba mintiendo porque su mente volaba hacia Leo cada vez que podía recordando las palabras de Gio.
¡Te hubieras ido con él!, le reprochó Gio en su mente y ella hizo su mejor intento para ignorarlo.
–En verdad lo siento, Camira.
–Está bien, ¿sí? –tartamudeó ella, aturdida y un tanto mareada–. Sólo… sólo necesito descansar, ¿ok? Mañana estaré bien, hablaremos mañana –prometió antes de abrir la puerta y huir a su habitación. Ya dentro, se recargó sobre la puerta y se deslizó hasta el suelo hasta quedar sentada y con la cabeza apoyada en la sólida madera–. Mañana –susurró para sí misma–, mañana todo será mejor.
Entonces sus ojos se cerraron sin que siquiera lo notara y el sopor se hundió como un cuchillo en lo más hondo de sus venas.

–Camira, Camira, escúchame, tienes que escucharme. –Al oír la voz de su padre, ella trató de enfocar su atención en las palabras que él pronunciaba–. No has muerto, tienes que hacer que ellos crean que lo has hecho, ¿ok? Sobrevive y busca a Leonardo, él sabrá qué hacer.
–¿Padre? –musitó ella atontada, sin haber podido digerir una sola palabra que Damen había dicho–. ¿Dónde estás? Pensé que habías muerto, y luego vi esa carta, y la carta, y entonces –balbució.
–Camira, concéntrate. Eres una Año Bisiesto, sabrás que hacer.
–¿Una… qué? Papá, no sé de qué rayos estás hablando pero tienes que regresar. –Hizo una pequeña pausa y tanteó la oscuridad frente a ella–. No puedo verte, ¿dónde estás?
–Una Año Bisiesto… Tienes… buscar a Leona… Giorgio te… Camira, bus… ayuda. Un… poder está… tus manos.
La voz de su padre se fue atenuando cada vez más, sonando como una radio descompuesta, hasta que se extinguió completamente, dejándola sola en la penumbra de su sueño.

Cuando despertó, lo hizo recostada en su cama.
–Has despertado –dijo Gio alegremente–. Me asustaste.
–¿Qué ha pasado? –preguntó desorientada.
–Entraste corriendo a la habitación y me dije que sólo estabas confundida, entonces empecé a caminar a mi habitación y cuando llevaba la mitad del camino, me dije que andabas algo rara y luego me callé diciéndome que tal vez seguías enojada conmigo y decidí regresar para verificar si estabas bien. Entonces toqué y como nadie me contestó, entré y te encontré tirada en el suelo. Me espanté –concluyó.
Si se le veía de un modo, era lo más largo que Camira le había escuchado decir. Si se le veía de otro modo, él creía que ella estaba muerta y Camira no sabía si contarle que su padre le había dicho por medio de un sueño que no era así, o mentirle pese a que él había estado cuidando de ella mientras no estaba despierta.
–Estoy bien –aseguró Camira, mirándolo como si de un desconocido se tratase–. Es decir, estaré bien. Eso creo.
–Estaré aquí cuidándote. Duerme.
–¡No! –exclamó Camira con el corazón latiéndole a mil por hora–. No, no, no quiero dormir.
–¿Tuviste pesadillas? –preguntó Gio mirándola cautelosamente.
Camira se debatía por dentro decidiendo si era mejor contarle o no la verdad.
–No, no es eso, es sólo que… sólo que… No dormiré –dejó en claro al no encontrar una excusa creíble en el revoltijo que era su mente en ese momento.
Gio la miró por un rato, pero al final tan sólo dijo:
–Bien. Entonces, creo que yo sí lo haré, no he dormido estos días porque no quería separarme de ti mientras morías. –Al terminar su frase, se estremeció–. Lo siento, no… no quería decirlo de ese modo.
–No importa –dijo Camira. No estoy muerta, agregó en su mente–. Duerme aquí, no quiero quedarme sola de igual manera.
–¿Estás segura?
Camira asintió al tiempo que se levantaba de su mullida cama y le dejaba el espacio a Gio para que descansara.
Mientras veía a Gio dormir, recordó las tantas veces que había visto a Leo dormir. Parecía que habían sido siglos desde eso y sin embargo apenas habían pasado cinco años.
Cinco largos años, pensó Camira.
Su imaginación dio rienda suelta a su mente y Camira, por primera vez en años, se permitió recordar el tiempo pasado. Entonces se sintió como nunca antes se había sentido: completamente libre.
Aunque estaba más atrapada que nunca.

¿Pueden pasar por este blog? Se los agradecería mucho. http://historias-alec-vulturi.blogspot.com/ He empezado una historia ahí que quizá les guste. Si pasan, comenten por favor. Pronto subiré capítulo allá también.
Por favor también pasen por aquí: http://pensamientos-y-memorias.blogspot.com/ Es un blog para desahogarme. Lo hice hace como tres meses pero nunca lo promocioné, pero, bueno, más vale tarde que nunca.

Adios,
Anna.

Mi iPod ha muerto!! Noo!!

Nooooooo!!!! Mi iPod tiene un estúpido problema y me niego rotundamente a vivir sin música. Estoy intentándolo todo para que reviva (sí, tal parece que ha muerto) y no funciona nada. Ya le puse a restaurar porque el estúpido iTunes me dijo que tenía un problema y que lo podía arreglar restaurándolo, entonces, yo de menza y tonta, que le doy click a restaurar. Se tardó un milenio para que al final, cuando ya había terminado de restaurarse, iTunes se quedara inmóvil hasta que desconecté el iPod de la compu. Waa! Quiero llorar, no quiero ir al velatorio de mi iPod. Ejem, si no haré que mi madre me compre otro(-8' Pero llevo alrededor de dos años con este y lo adoro, ¡ni siquiera quise cambiar los audífonos cuando (por dejarlos en el auto con el sol sobre ellos, ¡oops!) se descarapelaron de la gomita xD ¡pero siguen funcionando igual y yo no les veo la diferencia! Bueno, mi mamá me compró otros audífonos porque una vez me quejé de estos (acá entre nos, no lo vuelvo a hacer) y no los quise siquiera sacar de la cajita. Y repito: ¡No quiero que mi iPod muera!
Bien, me despido pidiéndoles que rezen por mi iPod y que si no termino el cap hoy, lo subo mañana, ya casi está listo. Recién sacado del horno.

Adios,
A. J. Pff, ok, me caga que me digan aj por msn -.-' así que si alguien quiera saber, me llamo Ana! xD Ok, vamos de nuevo.

Adios,
Ana J.
(Mucho mejor.)

miércoles, 22 de junio de 2011

Ya hay capítulo nuevo en Historias de Alec Vulturi!!

lunes, 20 de junio de 2011

13. La cruz

Lo prometido es deuda. Aquí está el próximo capítulo. (Sí, al fin he subido el siguiente). Ayer les dije que hoy lo subiría y aquí está. Espero les guste.
Pasen por aquí, es una nueva historia que empecé ayer. http://www.historias-alec-vulturi.blogspot.com/

El dolor era insoportable. Cada vez eran peores y no estaba segura de que llegara a vivir siquiera una semana más.
Todo había empeorado definitivamente desde que Damen había muerto. Los ángeles caídos habían comenzado a verla con hostilidad e incluso Ginna la trataba con desprecio. Gio había sido el único que se había quedado a su lado; y por mucho que Leo le haya prometido y jurada amarla y nunca separarse de ella en el pasado, él también se había alejado, una vez más, cuando más lo necesitaba. Se había convertido en una refugiada y no ocupaba más la habitación en el pasillo de los visitantes, sino que se le había asignado una nueva, cerca de las de los ángeles caídos, cerca de la de Gio.
Era cierto que su nueva pieza era más bonita y más grande, pero extrañaba los días que pasó en la anterior. Allí todavía se podía sentir la presencia de Damen... dormido en una silla mientras ella dormía.
Inconcientemente se llevó una mano al bolsillo trasero de su pantalón y sacó la pequeña nota que había ardido en su mano después de la muerte de su padre. Notó que ahora estaba más arrugada que antes y había líneas marcadas de los tantos dobleces que se había ocupado de darle.
Suspiró y leyó en voz alta:
-La muerte es un suceso inevitable.
El significado de la frase era evidente si lo veías de un lado obvio, pero Camira sabía que se trataba de algo más. Si su padre lo había preparado antes de morir, debía ser algo diferente e importante.
Cansada de añadir esfuerzo a su débil cuerpo, se dejó caer sobre la mullida cama y cerró los ojos un rato. Los tuvo que volver a abrir cuando dos golpes en la puerta interrumpieron su corto descanso.
Miró el reloj sobre el buró al lado de su cama y se fijó que eran las 4:30 pm: la hora exacta que Gio dijo que iría.
-Pasa -alcanzó a decir, después la puerta se abrió y dejó ver la perfecta anatomía de Giorgio.
El muchacho sonrió y sus ojos brillaron mientras le dedicaba un "hola" a Camira.
-¿Cómo estás? -le preguntó.
-Supongo que mejor -mintió la chica.
Él borró la sonrisa de su bello rostro.
-Vamos, Camira. No me gustan las mentiras, lo sabes.
Ella bajó la mirada y sus párpados temblaron un poco dando paso a unas cuantas gotas de agua que cayeron de sus ojos.
-Tengo miedo, Gio -se derrumbó mientro él acudía a abrazarla y consolarla.
Últimamente era así. Sabían que todo aquello terminaría pronto, que ella moriría. Sin embargo, ese no sería el final de su historia sino que también sabían que Camira volvería, esta vez como un ángel caído.
-Estaré bien -dijo luego de un rato de estar en los brazos de Gio. Ella tenía claro que cuando lloraba, lo lastimaba a él y estaba harta de ello, así que siempre decía la misma frase después de llorar a su lado.
-Aquí estaré cuando pase -le recordó él.
Camira asintió alejándose de él y enjugándose las lágrimas con el dorso de su mano derecha.
Los ojos de Gio se abrieron como platos y tomó la mano de Camira entre las suyas con fuerza.
-¡Camira! -exclamó-. ¿Cómo te hiciste esto?
-¿Qué cosa? -preguntó ella a su vez intentando mirar qué veía Gio.
Él le mostró de que hablaba y la boca de la muchacha se abrió de asombro al ver lo que tenía dibujado en su mano.
-Yo... Yo no me lo hice -se excusó. Ni siquiera sabía que podía trazarse una cruz después de haber matado a un ángel.
-Es imposible -aseguró Gio-. Se supone que has quedado condenada, las cruces te harían daño.
-Eso creo.
Camira se levantó de la cama y caminó hacia su escritorio, revolvió unos cuantos papeles, no para encontrar algo sino para distanciarse de Gio y poder pensar con mayor claridad, tratar de encontrar una respuesta para aquella cruz que había aparecido mágicamente en su mano.
-¿Qué es esto? -oyó decir a Gio. Se volvió y lo vio recoger un pedazo de papel del suelo. Entonces reconoció la nota de Damen. Antes de que pudiera hacer nada, él lo desdobló y alcanzó a leerlo antes de que Camira se lo arrebatara de un manotazo.
-Nada -dijo ella a la defensiva. Su plan de mantenerlo en secreto se había ido por el drenaje.
-¿Quién te dio esto, Camira? -preguntó él mirando el suelo, luego levantó la mirada hacia ella y frunció el entrecejo-. No importa, es sólo...
-Camira -la interrumpió y volvió a repetir lentamente-: ¿Quién te dio esto? -Separó las palabras con furia contenida y luego estalló-. ¿Lo has estado viendo? -le reclamó gritando-. ¿Es que no entiendes que él ya no está aquí? -La tomó de los hombros y la sacudió violentamente-. ¡Entiéndelo!
-Gio, me estás lastimando... -susurró Camira sin mirarlo a los ojos.
Él apretó sus hombros durante un segundo más antes de soltarla y alejarse. Respiró hondo y vio hacia abajo, hacia el piso tapizado de madera.
-A Leonardo... ¿En serio lo amaste tanto? -preguntó dolido, bajando su voz hasta convertirlo en un susurro apenas audible.
-Gio... -Camira cerró los ojos suavemente, pasó su lengua por sus labios en un gesto desesperado y luego se rindió. Relajó los hombros y respiró hondo-. Sí.
-Bien -respondió él-. Me impresionaba que aun no te hubieras ido con él.
Su cinismo la hirió profundamente.
-¿De qué hablas? No me iré con Leo.
-No estoy tan seguro. ¿En serio te hubieras conformado conmigo si el no se hubiera marchado cuando mataste al ángel? ¿Crees que aun estarías aquí? ¡Por favor! ¡Te hubieras ido con él!
Con el puño dio un golpe en el escritorio de madera y éste se abolló un poco. Camira dio un brinco al mismo tiempo y se impresionó por la actitud de Gio. La sangre empezó a arder en su interior. No iba a dejar que alguien la dominara de ese modo.
-No me hables así ni me grites. No tienes tal autoridad sobre mí como para hacerlo, ¿ok? En primera, no me iré con Leo nunca, porque no puedo y porque no quiero. En segunda, no me interesa lo que pienses de él o de mí pero a mí no me vuelvas a hablar como si fueras mi dueño porque no lo eres. Y en tercera, ¡lárgate de aquí! -le gritó tronando los dedos y apuntando con el dedo índice la puerta.
Gio apretó los dientes durante un instante mirándola furioso, luego dio media vuelta y salió por la puerta dando un portazo.
Camira se dejó caer sentada al suelo. Aun no podía creer que Gio le hubiera hablado así. Cubrió su rostro con las manos y se hundió en sus rodillas.
Si lo miraba desde cierto punto, ahora estaba sola de nuevo. No había nadie a su alrededor que pudiera calmar ese sentimiento y ella tenía que cargarlo todo en sus hombros. Pensar que le quedaría una eternidad en Klair era horrible.
Quizá ese era el castigo que el gran señor daba a los que lo desobedecían. Solos por el resto de los tiempos, sin nadie a su lado, sin nada a lo que aferrarse. Una existencia vacía y llena de oscuridad. Sería mejor morir completamente a seguir así.
De repente el dolor la apuñaló y Camira gritó. Un grito desgarrador que hizo que dos guardias entraran rápidamente a auxiliarla.
-¿Está bien señorita Hathaway? -preguntó uno preocupado al ver que ella se llevaba las manos al estómago y arrugaba el rostro.
Era hora.

domingo, 19 de junio de 2011

Primer capítulo!!

Sí, lo siento mucho por no haber subido antes, en serio perdón, pero les dejo algo que seguro les gusta, ¿sí? Entren aquí: http://www.historias-alec-vulturi.blogspot.com/ y lean el primer capítulo, suscribanse. Es una historia que se me ocurrió (también la razón por la que no haya subido), así que por favor leanlo y suscribándose, ¡comenten!
Mañana subo capítulo aquí, ¿sí?