La muerte es un suceso inevitable. Damen Hathaway.

lunes, 28 de marzo de 2011

Mi Primer Premio!

Wow! Es mi primer premio! Una sonrisota se puso en mi cara cuando llegué de la escuela y entré a blogger y vi ésto. Fue genial ver A. J. en la lista de nombres a los que les daba el premio Any. Luego, tuve que irme y no pude subir la entrada con el premio, pero tengo rato que llegué y rápidamente me puse a terminar mi tarea y luego volví a meterme a blogger y héeme aquí.
Bueno, debo entregárselo a diez blogs así que aquí va:
1. Ana Wade Cullen
2. Dany y Mariu
3. Alii's Little Girl
4. $$Any$$ (te lo regresaré porque me parece que tu blog también es original)
5. Lu!
6. Lu y Mapita!
7. Aranza
8. Dany
9. Eva:))
10. Ryuka

No están en orden del más original al menos original, es sólo que así fue como los fui recordando.

domingo, 27 de marzo de 2011

7. Sorpresas

-¿Adónde vamos? -preguntó Camira curiosa después de caminar unos minutos en silencio por los pasillos de Klair.
Camira vio de soslayo cómo se formaba una sonrisa en el rostro de Gio.
-A la cocina. Siendo ángel o mundano, la comida sigue siendo comida.
Camira se sintió tonta por no haber reparado en aquella cierta verdad.
-Tienes razón -acordó ella.

Damen se encontraba solo en su despacho, sentado en el gran sillón mullido detrás del escritorio, mirando por la ventana los grandes jardines oficiales esperando que Camira pasara por ahí. Le había dado estrictas ordenes a Giorgio para que le mostrara aquella larga extensión de pasto verde y Damen esperaba que esa fuera su primera parada.
Sin embargo, no pudo seguir observando por la ventana ya que dos golpes en la puerta hicieron que girase su cabeza en dirección a ésta en acto reflejo.
-Adelante -dijo con voz firme y fuerte.
La puerta se abrió dejando ver a un joven alto, de cabello castaño, musculoso y con unos ojos vivos y atentos a cualquier movimiento.
-Damen -dijo y su voz sonó sarcástica-. Pensé que la habías dejado ir.
-¿Qué haces aquí? -dijo levantándose de su asiento, ignorando el anterior comentario del muchacho frente a él.
El chico sonrió y caminó hasta los sillones frente al escritorio de madera oscura, se sentó en uno de ellos y estiró las largas piernas.
-¿Qué no me extrañaste? -preguntó cínicamente-. Después de todo, cuidé a tu hija durante muchísimo tiempo.
-No la cuidaste, la utilizaste para tus propios planes.
Desde donde estaba Damen, no podía ver la cara del joven y, naturalmente, tampoco vio cuando su hermoso rostro se arrugó y recuperó rápidamente la compostura. Entonces, siguiendo su papel, se encogió de hombros.
-Quizá. No lo recuerdo.
Damen se acercó hacia el chico, con la cara desfigurada por la rabia.
-¡Leo! -exclamó y lo tomó por el cuello de la camisa de cuadros rojos que llevaba puesta-. Vete de aquí antes de que pierda el control.
-Ja, ¿crees que puedes matarme? ¿Crees que simplemente puedes enterrar tu mano en mi pecho y sacarme el corazón? Soy un ángel, Damen. Tú no lo eres más.
Se soltó de su agarre como si nada y se encaminó hacia la puerta. Sin voltearse a verlo, le dijo unas palabras que después de todo, Damen ya las estaba esperando.
-Por cierto, la queremos... y la tendremos, ¿me escuchaste? No hoy, pero espéralo pronto.
Después, abrió la puerta y salió cerrándola detrás de él.

Los jardines oficiales siempre habían sido bellos a pesar de su falta de vida. Los árboles proyectaban la misma sombra que cualquier otro árbol y las flores tan sólo eran un poco más opácas que las demás.
Gio le hizo una señal a Camira para que se sentara y ella le obedeció sentándose bajo el verde follaje de un gran árbol.
-¿Podrías enseñarme tus alas? -preguntó antes de que Gio se pudiese sentar. Al momento se arrepintió. ¿Y si lo había ofendido?
No obstante, él sólo sonrió.
-Sabía que era cuestión de tiempo que lo pidieras.
Se quitó la cazadora negra que llevaba puesta y también la camisa, dejando ver un trabajado cuerpo que hizo que Camira se mordiera con fuerza el labio inferior.
Entonces, algo más captó su atención.
-¡Dios! -exclamó y fijó su mirada en una cicatriz que tenía a un costado de su torso. Era larga y del típico rosa pastel del que son las heridas que ya han cicatrizado
Gio sonrió al ver hacia donde veía Camira.
-No pasa nada. Me siento orgulloso de ella.
-¿Cómo? -preguntó Camira horrorizada.
Gio rió con ganas, como venía sucediendo en las últimas horas desde que había conocido a Camira.
Ella siguió mirando la cicatriz, evitando sus ojos, como lo hacía con todo mundo, y es que cuando se permitía ver a alguien directamente a los ojos...
-Hay cicatrices de las que uno se puede sentir orgulloso, Camira -explicó el ángel caído-. Como cuando aprendes a montar en una bicicleta y caes, queda una cicatriz, pero siempre la recordarás de buena gana porque te sientes orgulloso de haberte subido a una bicicleta por primera vez en tu vida.
Camira pensó un rato sobre aquello. Quizá tenía razón. Quizá las cicatrices no eran tan malas como siempre. Entonces recordó la cicatriz que tenía justo debajo del hombro en la parte de la espalda, esa que se había hecho ante la impotencia de no poder regresar a Leo a la vida.
Sacudió la cabeza intentando no pensar en aquello, enfocándose en que nunca había montado una bicicleta y olvidándose de preguntarle a Gio por su cicatriz.
-Es curioso... Pon otro ejemplo, nunca he subido en una bicicleta.
-¿No has subido nunca a una? ¿Hablas en serio?
Camira asintió sentada, con las piernas cruzadas, ligeramente inclinada hacia adelante. Gio frunció el ceño.
-Qué mal que no tengamos bicicletas en Klair.
-Bueno, ¿me vas a mostrar tus alas? -preguntó impaciente Camira.
Gio no se sorprendió cuando se escuchó a sí mismo reír, ya no. En lugar de eso, se irguió y materializó sus alas en su espalda, sintiendo de repente el peso de llevarlas.
Camira abrió la boca de asombro y luego la cerró al pensar que Gio pensaría que era una tonta si dejaba que la quijada se le desencajara completamente.
Sus alas eran de un blanco que parecía un poco sucio. Camira imaginó que se debía a que era un ángel caído y no un ángel, sin embargo, eran preciosas. Su plumaje se movía levemente con el viento y ella se preguntó si dolería si le arrancaba una de sus plumas. Desechó la idea en segundos; no arrancaría ni una sola pluma de sus alas, sería como rayar con un marcador una obra original de Picasso. El blanco sucio, no obstante, parecía brillar y captaría la atención de cualquiera, aunque, no es que un chico con alas no llamara la atención ya, ¿verdad?
-Increíble -dijo la muchacha mientras se levantaba del suelo como hipnotizada y extendía la mano para tocarlas. Se sentía como si no estuviera ahí, se sentía como si una fina capa de niebla la cubriera. Pero entonces la magia se desvaneció cuando Gio escondió sus alas rápidamente.
Camira lo miró a los ojos, saliendo de su trance y vio la furia que había en ellos. Apartó la vista al momento; no quería enterarse de nada que fuera privado, a ella no le gustaría que alguien supiera lo que ella pensaba.
Después, dirigió la mirada hacia donde había visto que él miraba.
Su corazón paró y reanudó su latir al instante más rápido de lo normal.
Lo que estaba ante ella no podía ser real, el causante de que a Gio se le borrara la sonrisa sincera del rostro no podía ser él, el chico que tenía delante no podía ser él. Era completamente imposible. Era algo sobrenatural, aún estando en un mundo sobrenatural.
Leo no podía ser real.

jueves, 24 de marzo de 2011

6. ¿Mundana o ángel?

Les pido que comenten

Camira y Gio siguieron caminando, ésta vez en silencio, hasta que él paró frente a una puerta hecha de madera oscura con intricados diseños tallados en ella. Camira lo imitó.
-Bien, hemos llegado -anunció Gio, cortando el silencio.
Ella sólo asintió, se acercó y giró la manija.

-¿Cómo es que ella lo supo?
La pregunta captó la atención de Damen, sin embargo, éste sólo suspiró.
-Me temo que no es el peor de nuestros problemas, Malena -dijo simplemente-. Que ella esté aquí, teniendo el derecho de los ángeles, es algo así como faltar a las reglas. Ella nunca debió de entrar a este lugar. Aún no puedo creer que Apolito haya mandado a Giorgio por la muchacha sin mi permiso.
Su voz era serena pero tenía la cabeza hecha barbacoa y por un momento creyó que iba a explotar.
No. No debía explotar.
-Supuse que ella nunca llegaría a este lugar de nuevo desde aquella vez que...
Malena calló al ver la tensión acumularse en el rostro de Damen.
-Lo siento, señor -se disculpó bajando la cabeza.
-No importa -repuso él-. Yo también lo creí. La mandé con Leo y di por sentado que ella nunca volvería a estar en el peligro que está ahora.
-¿Por qué la ha dejado quedarse, señor? -preguntó Malena, llena de curiosidad, rogando que la pregunta no hubiese ofendido a Damen.
-Es el único sitio en el que puede estar a salvo ahora que sabe la verdad -respondió mirando por la ventana hacia el pasto verde pero sin vida por donde las siluetas de Gio y Camira giraban a la derecha, entrando a los pasillos que dirigían a las habitaciones, saliendo por completo de su vista-. No puede irse -agregó-. No la dejaré indefensa de nuevo.
El amor paternal que le tenía a su hija salió a flote en al última frase y Malena lo miró sorprendida, sin que él llegase a advertirlo.

Camira se encontraba sola en la oscuridad de su nueva habitación. Dormía intraquilamente; las pesadillas se hacían presentes a cada segundo, sin dejarle tener un momento de paz. No obstante, no eran pesadillas que se acabase de inventar, sino que eran simples recuerdos horrendos que había alojado en el fondo de su memoria desde el día que nació.
En sus sueños, escuchaba la voz de su madre gritar mientras moría por ella y, aún dormida, los ojos se le empañaron con lágrimas.
Se removió una vez más en la cama y dio gracias a los cielos cuando abrió los ojos y vio que era de día. No tenía que dormir más.
Se enjugó las lágrimas con la mano derecha, sin quitar la cabeza de la almohada.
Sin embargo, la realidad tampoco era tan pacífica.
Si recordaba bien, había descubierto que su padre era un ángel caído y su madre también. Había entrado a Klair, la ciudad de los ángeles caídos y había descubierto que los ángeles llamaban a los humanos, mundanos. Había sido amenazada por la daga de un ángel caído. Había visto pasto debajo del pasto de la Tierra.
Suspiró.
No era precisamente lo que se hacía en un día normal en la vida de una chica corriente.
Camira se tuvo que recordar que no era una mundana más. Era hija de dos ángeles caídos, ¿eso en qué la convertía? ¿En un ángel caído también? ¿Los cielos la castigarían como ángel caído por ser hija de ángeles caídos, aun sin tener culpa alguna?
Ella bufó cuando se dio cuenta de que había empleado la palabra "mundana"; qué rápido se le pegaban las costumbres.
Una nueva pregunta se alojó en el fondo de su garganta.
¿Esto era el infierno? Si así era, ¿cuál era el castigo? Porque no había llamaradas de fuego o algo parecido. Mmm... Quizá no las haya visto.
No. No lo creía. No creía que aquello fuera el infierno. En todo caso, estaba segura de que no lo llamarían Klair, la ciudad de los ángeles caídos.
Se incorporó en la cama cuando oyó que golpeaban la puerta.
-Adelante -dijo con voz firme.
La puerta se abrió y Gio caminó dentro de la habitación.
-Buenas días -dijo con una sonrisa queriéndose formar en las comisuras de su boca.
Camira suspiró.
-Me pregunto si algún día podré deshacerme de tí.
Gio rió un poco.
-Es decir, yo sé que me amas desde el primer momento en que me viste pero no es necesario que me sigas a todas partes, en serio -repuso burlona, sonriendo con diversión, los ojos brillando después de tanto tiempo siendo opácos.
-Quisieras, Camira -contestó Gio, sonriendo aún, sabiendo que lo que decía ella no era cierto, que tan sólo jugaba... y él no tenía ningún inconveniente en seguirle la corriente.
Le aventó un pantalón de mezclilla y una blusa blanca sin botones de manga corta que cayeron a su lado en la cama.
-Gracias -dijo Camira con una sonrisa, sin mostrar los dientes.
-Estaré esperando afuera mientras te cambias -le avisó y luego agregó con arrogancia burlona-: pasarás el día conmigo.
Gio caminó hacia la puerta cuando Camira decía:
-El sueño de mi vida.
El ángel caído sonrió sin que ella lo viera. Cerró la puerta detrás de él y salió al pasillo, se recargó en una de las paredes de piedra mientras esperaba que Camira terminara de cambiarse.
Cuando la puerta por fin se abrió nuevamente, dejando a Gio ver a Camira, con una sonrisa radiante y una cadena con una extraña figura en ella. No se detuvo a preguntarle qué era.
-Listo -anunció Camira.
-Vamos -dijo Gio caminando por el pasillo-. Tenemos mucho que hacer hoy.

jueves, 17 de marzo de 2011

5. Facetas

Hola! Bueno, aquí estoy de nuevo después de casi diez días xD Dejen sus comentarios, por favor. Un blog se alimenta de sus comentarios. Gracias a los que comentan porque significa que les gusta la historia y, pido que los que decidieron seguirme también comenten, porque si sus comentarios, ésta historia se vendría abajo. Espero y disfruten el cap.
Besos y mis mejores deseos.
A. J.

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-¿Ésta es la muchachita? -preguntó con desdén el hombre sentado al otro lado de la sala, ante la mirada de Camira.
-Me llamo Camira -dijo ella ferozmente. No le gustaba que la trataran como si fuera inferior.
Él apenas pasó los ojos sobre ella de nuevo.
-Giorgio, estoy seguro de que te dijeron que trajéras a la chica que nos salvaría.
-Lo sé, señor. Ella es.
-¿Ella? -volvió a preguntar. Esta vez la apuntó con su dedo índice-. Ella es tan sólo una mundana.
-Escuche, ni siquiera sé qué rayos estoy haciendo aquí y de verdad estoy reconsiderando dar media vuelta e irme por donde vine si me sigue tratando de ése modo.
-Él lo siente -dijo una voz detrás de ellos.
Gio volteó hacia donde provenía la voz y se arrodilló, bajando la cabeza. Camira se dio cuenta de que también el hombre que le había tratado con indiferencia, se agachaba y que entonces parecía más regordete y bajito.
Con curiosidad, ella miró en dirección a sus espaldas y se quedó anonadada. Quizá había sido un error mirarlo a los ojos.
Los recuerdos la golpearon como si en realidad una mano se hubiera posado con fuerza sobre su rostro estupefacto.

Las puertas se cerraban frente a ellos y el cielo se volvía gris, cierto, pero, qué extraño, esta vez el suelo estaba donde debía estar el suelo.
Camira se dio cuenta de los que veía no era la Tierra, sino el Cielo.
Vio al hombre por el que se habían arrodillado ambos ángeles caídos y a alguien más a su lado, una mujer de largos cabellos negros, alta, esbelta. Y, con asombro, Camira vio en ambos, grandes alas salir de su espalda, ensangrentadas y magníficas después de todo.
-Deberíamos marcharnos -dijo la mujer con voz queda.
-¿Hacia dónde? -preguntó el hombre.
-Damen... No podemos seguir juntos.
El aludido levantó al cabeza hacia ella, con ojos interrogantes.
-¿Qué dices? -dijo sin aliento.
-Debes ir por tu camino, igual que yo. Debes buscar a alguien más. Nos hemos revelado, aún cuando ha sido un error. Tendremos que irnos, tendremos que vivir como lo hacíamos antes de venir al paraíso.
-Se suponía que merecíamos estar ahí.
-Se suponía, ya no -dijo decidida la chica.
-Marissa... Por favor, no... No, lo hagas.
-Lo siento -murmuró ella y el nudo en la garganta era palpable en su voz.
Marissa. Marissa. Camira paladeó el nombre en su boca. Era el mismo nombre de su madre. ¿Sería posible...?

Otro recuerdo impidió terminar la pregunta que se había formulado en su mente.

-Vienes conmigo, trayendo a una niña mundana, esperando que yo la acune en mis brazos como si nada -dijo Damen con voz serena pero rostro severo.
-Siento tanto todo lo que he hecho, pero, por favor...
-Lo siento, Marissa -dijo él-. No puedo.
El silencio se acomodó entre ellos.
-¿Por qué no? -preguntó ella con voz queda.
Damien estaba a punto de responder pero ella dijo algo que lo dejó sin habla.
-Ella es tu hija.
Lentamente, quitó la sábana que cubría la cara de la bebé y Camira se dio cuenta de que se parecía mucho a ella. Retrocedió unos cuantos pasos al darse cuenta de la verdad. Dios, era ella.

La lluvia de recuerdos terminó pero Camira no podía apartar los ojos del hombre que tenía frente a ella.
-Damen... -musitó, dio un paso al frente y luego uno hacia atrás cuando Gio se levantó rápidamente del suelo y se puso frente a ella, sosteniendo una daga reluciente contra el cuello de la chica.
-No le hables así a nuestro señor -dijo feroz y algo dentro de Camira hizo que despertara de su ensoñación.
-Giorgio, déjala -ordenó Damen con voz autoritaria.
Él se quedó donde estaba, con la mano sobre el arma.
-Ahora -repitió.
Lentamente, Gio se hizo a un lado y volvió a estar al lado de Camira. Ella no dijo nada, supuso que ellos esperaban que dijese algo, pero Camira se había quedado casi muda de la impresión.
-Me llamo Damen, pero supongo que eso ya lo sabes. ¿Te lo dijo Gio? -preguntó esperando la respuesta de Camira.
Ella sacudió la cabeza en señal de un "no".
-¿Entonces quién?
-Lo supuse -contestó Camira, sin estar segura de si debía decirle lo que había descubierto y cómo lo había descubierto o mantener el pico cerrado. Optó por la segunda opción.
Damen asintió con gesto comprensivo.
-Está bien que no quieras decirme, aún no me conoces.
-Sé quién es usted -repuso arrepintiéndose al momento de haberlo dicho al ver el rostro atónito de su padre. Luego de unos segundos, volvió a recuperar la compostura y asintió nuevamente.
-Hablaremos luego de eso, por ahora, Giorgio te llevará a tu nueva habitación.
-No pienso quedarme -respondió Camira sin el menor respeto al hombre -o ángel- que le dio la vida.
-A menos que quieras saber la verdad completa -dijo Damen.
Camira sintió cómo sus fuerzas se rendían.
-Bien -aceptó y volteó a mirar a Gio-, pero sinceramente preferiría que él ya no esté tratando de matarme cada dos por tres -dijo sin el menor deje de sarcasmo.
Damen miró severamente a Gio.
-Giorgio -fue lo único que dijo.

Gio miraba a Camira mientras caminaban por el pasillo hacia la habitación de la muchacha, preguntándose qué significaban aquellas miradas que se habían dedicado su señor y Camira uno a otro en el salón principal.
La chica iba en silencio, así que supuso que no le respondería, además, sería una falta de educación preguntarle al respecto, ¿cierto?
Oyó suspirar a Camira delante de él.
-Oye, Gio, las alas... ¿Tienes alas? -dijo volteando hacia él con una mirada curiosa que hizo que algo dentro del muchacho se removiera provocándole un cosquilleo.
Por segunda vez en ese día, él rió con ganas.
Ella lo miró sin comprender, molestándose poco a poco.
-Bien, búrlate si quieres -espetó, dio media vuelta y apresuró el paso.
-Camira -la llamó-. No te enfades, es sólo que supuse que preguntarías algo con más importancia. Es decir, acabas de conocer al señor de los ángeles caídos y lo que se te ocurre preguntar es si tengo alas -cuando terminó, soltó otra carcajada. Al ver que Camira seguía molesta, caminó más deprisa y llegó hasta ella sin esfuerzo-. Lo siento, ¿sí? -se disculpó, ésta vez con voz seria-. Creo que estoy acostumbrado a ver ángeles por todas partes que la pregunta tan sólo me causó gracia por ser algo completamente normal entre nosotros, ¿entiendes? -Sin esperar respuesta, siguió hablando-. Además, nunca antes había visto a una mundana...
-¿Podrías dejar de decirme así? -preguntó Camira, reproduciendo en su mente el recuerdo de su padre donde él mismo le había llamado de esa forma con desdén.
-Nunca antes había visto a alguien que no fuese un ángel entrar a éste lugar -se corrigió-, es algo nuevo para mí. Lo siento.
Camira volvió a suspirar.
-¿Cómo es que eres tan cambiante? -preguntó después de unos minutos de haber caminado en el más profundo de los silencios de nuevo.
-¿Cómo? -preguntó Gio sin entender qué era lo que preguntaba.
-Me refiero a que hace un momento estabas dispuesto a matarme, ahora, te estás riendo conmigo.
-En realidad pienso que me estoy riendo de tí -comentó Gio y Camira intentó ignorar la sugerencia.
-Como sea. ¿Quién eres, entonces? Porque no estoy segura de quién seas. Un momento puedes casi enseñar los dientes y en el otro eres un chico relajado riéndote de cosas que no entiendo. Por cierto, no te entiendo a tí en específico.
-Bueno, después de vivir por tanto tiempo -dijo poniéndose serio otra vez-, tienes tiempo de aprender muchas facetas.
-¿Facetas? ¿En serio?
Camira rodó los ojos.
-Claro, tonta de mí, ¿por qué no lo pensé antes?
-No lo sé, tal vez tu mente no te dio para eso -se burló Gio.
-¿Conoces el sarcasmo? Bueno, lo estaba utilizando.
Gio sólo agrandó la sonrisa que tenía en el rostro.
-Bien, hablábamos de mis facetas, pero pienso que tú también has aprendido algunas -dijo Gio con un deje de diversión en la voz, pero la sonrisa en su cara borrándose un poco-. Cuando te encontré, estabas hecha una fiera, de hecho, me di un buen golpe en la cabeza cuando me lanzaste; luego, en la sala principal parecías ida, en otro mundo...
¡Bingo!, pensó Camira. Acertaste, estaba en los recuerdos, no tan agradables debo decir, de mi padre, el que por cierto no recordaba y ahora veo el por qué: él nunca estuvo en casa como Leo había dicho.
El dolor crispó las facciones de Camira.
Leo. Ése nombre que aún causaba un extraño encogimiento de su corazón.
-Y luego, aquí estás, enojada, cosa que a mí me causa muchísima gracia -siguió Gio y, cuando terminó, se rió con ganas. Luego, volteó a ver a la muchacha y sofocó rápidamente su carcajada-. ¿Estás bien? -preguntó preocupado.
Camira asintió, no muy segura.
Simplemente acabas de ver otra mis facetas, pensó, esa que sale a luz cuando recuerdo todo el dolor que me produce el nombre de Leo.

martes, 8 de marzo de 2011

Para alguien que conozco

¿Sabes cómo me siento? Me siento sola, desprotegida y a punto de caer al suelo sin nadie a mí alrededor que detenga mi caída. Me siento débil, como si de repente todo se volviera negro y tuviese que sentarme para guardar la compostura, para no correr gritando, rogándote que vuelvas.
Todo lo que quiero hacer por el momento es estar junto a tí, aún a sabiendas de que nunca volverás, que tú no serás más que un recuerdo con el que algunas veces sonreiré y otras cuantas más lloraré.
¿Quieres saber más? Es que no quiero deprimirte, pero si insistes...
Desde que te fuiste, mi vida cayó en picada. ¿Quién soy? La chica que sigue las reglas y hace todo correcto, sin ningún motivo por qué seguir.La que no tiene ningún brillo en los ojos, la que sólo se ríe de vez en cuando.
Siempre estoy pensando en qué te diré si te vuelvo a ver... luego me pregunto si alguna vez te volveré a ver. Y aunque me cueste reconocerlo, lo más probable es que no.
Así que éste es el último adiós, el momento en que te digo adiós para siempre. Sinceramente, necesitaba hacerlo desde hace mucho.
Sin más que decir, me despido, firmando por primera vez en este blog con mi nombre.
Adiós.
Anna.

lunes, 7 de marzo de 2011

Huelga de Comments!

Bien, chicos, tengo una pregunta. ¿Por qué si hay 10 seguidores, nadie comenta? Es muy difícil escribir dos o tres renglones expresando si les gustó o les pareció un asco? Por favor, díganme.
Ok, en fin, igual espero que les haya gustado el capítulo anterior y, por favor, comenten. Yo también comento sus historias si no se han fijado. Gracias, igual, a los que han comentado.
Me despido con un beso.
A. J.

sábado, 5 de marzo de 2011

4. Ángeles Caídos

-Vamos -dijo Gio y escuchó sus pasos a través del túnel.
Camira inspiró profundamente y lo siguió a una distancia apropiada, con la ojos fijos en el suelo húmedo bajo sus pies.
-No entiendo por qué te quieren ellos -dijo él después de un rato, como si las palabras que dijo no hiriesen a nadie ni nada-. Eres algo totalmente corriente que se pudiese encontrar en cualquier parte.
Aquello la ofendió y se paró en seco obligando a Gio a esperarla. Él se volvió a mirarla.
Rayos. ¿Qué cosa tenía de especial ella? ¿Por qué hacia que él se sintiese de ese modo?
-Si eso es lo que piensas supongo que no tiene caso que siga aquí. De hecho, ni siquiera quería venir -dijo controlando su voz. Tenía tantas ganas de llorar.
-Yo no te obligué a venir. Simplemente tú me seguiste.
-Eres un egocéntrico, arrogante y...
-Sí, sí, sí -la interrumpió-. Soy Cruela de Vil. ¿Quieres seguir ya o me darás un sermón como lo hacen las madres?
Eso la dañó profundamente.
Un sermon... Cuanto daría por uno de su madre. Nunca había tenido siquiera la oportunidad de hablarle, sólo se la había quitado como si nada.
"Como quitar un dulce a un bebé", pensó con dureza.
-No tienes derecho a hablar así de una madre -dijo Camira con los ojos cristalinos.
-Si yo quiero lo haré -dijo con arrogancia.
Sin esperarlo, Camira acortó con dos pasos la distancia entre ellos y le plantó la mano en la mejilla. Tal fue la fuerza, que Gio volteó un poco la cara.
Eso le molestó.
La tomó de las muñecas con fuerza y la condujo hasta la pared, hizo que golpeara sin piedad alguna su espalda contra ésta y se acercó a su oído.
-Nunca, escúchame bien, nunca.... vuelvas a hacer eso. O no seré tan amable -susurró causando un escalofrío en el cuerpo de ella.
-Me... me lastimas -dijo Camira refiriéndose a sus manos.
La soltó con desdén y siguió caminando por el túnel.
La pared estaba demasiado fría así que agradeció a Dios cuando por fin se pudo apartar de ella.
Lo seguió, no sabía cómo salir así que parecía lo más sensato.
El tiempo transcurrió sin que ella lo percibiera y no se dio cuenta por donde caminaba. De pronto, una puerta se alzó sobre ellos.
Era de metal y no parecía oxidada aún estando en aquella abrumadora humedad. No tenía ningún cerrojo ni nada por el estilo, sólo metal grisáceo que parecía brillar.
-¿Y ahora qué? -preguntó Camira al ver que Gio no hacía nada.
Él volteó los ojos, pero respondió. Se acercó a la puerta y levantó una mano. Camira intentó adivinar lo que haría. Quizá fuera a aventar la puerta con una fuerza antinatural, después de todo, podía esperar éso, ¿cierto? Gio era un ángel caído. Un inmortal condenado a una vida de miseria.
Puso su mano con delicadeza contra el frío acero plateado y cerró los ojos. Se imaginó estando dentro de la gran habitación y de un momento a otro, la puerta se abrió desplazándose a los lados como los elevadores, pero esta puerta no era silenciosa y el sonido retumbó fuertemente en las paredes.
Él le hizo una seña con la mano para que pasara.
Camira sintió las piernas de gelatina de un momento a otro. El simple hecho de pensar que estaba en la ciudad de los ángeles caídos le daba escalofríos.
Recorrió con la mirada todo el lugar.
Había unos jardines inmensos y se preguntó cómo era que había algo así bajo tierra. Sin embargo, los árboles eran verdes, pero no tenían aves cantarinas sobre sus ramas. El pasto era verde, pero no tenía el rocío de la mañana en él. La luz era brillante pero no había un sol en el cielo, ni siquiera había un cielo. Era un paraíso sin vida. La idea le causó escalofríos.
-Lo sé, es horrible -dijo Gio con cierto deje de amargura en su voz.
Sin mirarla, caminó a través del pasto. Camira lo siguió esperando ver hacia dónde iban.
-¿Cómo es que te desterran del cielo? -preguntó curiosa.
Gio lanzó una carcajada, pero no había diversión en ella.
-Simplemente te echan. Ya sabes lo típico, de una patada -contestó sarcástico.
Camira frunció el entrecejo. Él suspiró cansinamente.
-Tienes que hacer algo malo si quieres visitar un lugar malo -le explicó.
-¿Qué hiciste tú?
-Supongo que la maldad se puede confundir con cosas buenas. La amistad y la lealtad es algo bueno, pero cuando eres leal a un amigo que no siempre es bueno, te confunden.
-Eso no es justo.
-La vida no es justa, ni siquiera la de los ángeles -dijo sonriendo de lado, sin una pizca de felicidad-. Se supone que debes morir antes de convertirte en un ángel.
-Eso creo -dijo Camira dándose cuenta de la situación.
-Vamos, no importa. Son sólo cosas de ángeles, te convertirás en uno si mueres cuando aún no es tu tiempo.
Ella asintió pensativa.
-¿Si no qué?
-Ya he revelado demasiado, lo siento.
-Ya veo.
Gio volvió a suspirar.
-Vamos, es por acá -dijo dando vuelta hacia la izquierda con Camira a su lado.
-Gio... Cuando alguien se suicida, ¿se convierte en un ángel?
Sonrió y por un momento, Camira se fijó en que parecía cansado.
-Atentar contra una vida es un pecado, atentar contra la tuya entra dentro de éso.
El corazon de Camira se paró por medio segundo antes de reanudar su marcha. Un nudo se formó en su garganta.
Cuando se había dado cuenta de que Gio era un ángel caído, había tenido esperanzas de que Leo estuviera ahí, que quizás fuera un ángel allá arriba. Pero, no, él había cometido un pecado enorme y ahora seguro estaba pagando las consecuencias.
-Ángeles caídos... Qué complicado -resumió Camira provocando, por primera vez, que una sonrisa sincera se formara en los labios de Gio.

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Hey! Hey! Are you ready for this? Haha minimo estoy escuchando a Three Days Grace. Bueno, espero les haya gustado el cap y porfas comenten porque siento que nadie lee la historia, igual, gracias a los que comentan y pronto publicaré otro cap. Wii, ya terminé el segundo libro de cazadores de sombras y al rato iré por el tercero, qué mal que el cuarto sale hasta abril ):