La muerte es un suceso inevitable. Damen Hathaway.

domingo, 27 de febrero de 2011

3. Verdad

Cinco años atrás. Odesa, Ucrania.

El silencio rodeaba la mansión así como la maleza crecía sin hacer el menor sonido.
La casa había estado vacía durante años y años. Nadie se había ocupado de ella así que no era una sorpresa que estuviera en ese estado.
De hecho, aún cubierta de hierbas y zacate, se veía linda. Simplemente tenías que imaginarte cómo fue alguna vez. Sus techos altos y los candelabros colgando de ellos. Las paredes lisas y sin ninguna mancha. El comedor largo y rectangular de la misma madera oscura que las escaleras que llevaban al segundo piso. Las habitaciones, cada una con el cobertor que llegaba hasta el suelo cubriendo las camas suaves y grandes. Las cortinas largas y gruesas de un color vino que brillaban con la luz del sol.
Camira suspiró y unos brazos rápidamente se cerraron alrededor de su cintura. El chico puso su mentón en el hombro de ella y se balanceó de un lado a otro. No tuvo que mirarla para saber que estaba disfrutando aquel momento.
-Han pasado tantos años desde que estuve aquí -susurró Camira.
-La reconstruiremos y viviremos el resto de nuestras vidas aquí. Juntos, mi amor.
Camira sonrió e, irremediablemente, le creyó.
-Juntos -repitió.
-Sí -musitó él.
Después de un rato se separaron y entraron a la casa. Dentro parecía estar intacto, salvo por unas cuantas manchas de humedad en las paredes y alguno que otro foco fundido. Subieron al segundo piso y escogieron una habitación cerca de las escaleras. Acomodaron sus cosas mientras hablaban.
-Esta era mi habitación -dijo Camira parando de desempacar, nostálgica-. Mis padres siempre estaban aquí jugando y riendo conmigo.
Dejó que los recuerdos felices junto a sus padres la invadieran por un momento y sonrió.
-Debieron ser tiempos felices -dijo él.
-Igual que contigo -le hizo saber ella.
Se acercó y la abrazo. Sin poder evitarlo, Camira se puso a llorar.
-Shh... Tranquila, todo estará bien. No pasara nada mientras estés conmigo.
-Tengo miedo, ¿y si ellos vuelven?
-No lo harán, lo prometo.
-Mientes, no lo sabes.
-Sé que lo sé y eso es suficiente. Estarás a salvo conmigo, Camira. Créeme.
Después de unos segundos, se tranquilizó un poco.
-De acuerdo -aceptó con nuevas lágrimas corriendo por sus mejillas.
Y como él lo había prometido, ellos no volvieron.
-Leo... -susurró separándose un poco de ella.
-¿Sí, amor? -preguntó mirándola a los ojos.
Sabía que no podía ver la verdad a través de sus ojos.
-Dijiste... Dijiste que mi padre no estaba cuando mi madre murió. ¿D-dónde estaba mi padre?
-Trabajando. Las había dejado solas. En cuanto escuché los golpes bajé rápidamente pero ya era tarde.
Bajó la mirada y Camira lo interpretó como un gesto de sentido pésame, pero ella no sabía que en realidad, él se sentía culpable de estar mintiéndole.
-Todo estará bien. Es sólo parte de tu pasado.
-No, no lo es. También es parte de mi presente -dijo sintiendo el dolor en su voz y el nudo en su garganta.
-Todo estará bien -repitió de nuevo Leo.
-¡Deja de decir eso! -le dijo alterándose.
Leo se quedó callado. Camira bajó la mirada a sus pies.
-Ella murió -susurró-. Ella me salvó. Murió por mí. Mi padre no estaba. Tú estabas pero no pudiste rescatarnos. No importa, gracias por protegerme cuando ellos se fueron. ¿Pero cómo fue? ¿Ellos simplemente vinieron por ella? ¿O por mí? Sí, vinieron por mí -hablaba para sí misma, olvidando por completo la existencia de Leo-. Si vinieron por mí vendrán de nuevo entonces.
-Camira, tranquilízate -dijo Leo tomándola con fuerza por los hombros.
Entonces se desesperó y la culpa le invadió mucho más fuerte que cualquier otra vez. Y soltó la verdad.
-¡Tu madre no murió así!
Camira se alejó un paso de él, aturdida y desorientada. ¿Qué era lo que había dicho?
-¡Pudo haberse salvado pero entonces hubieses muerto tú! -soltó Leo de golpe, gritando.
Camira nunca le había visto así.
-Tampoco hiciste nada para impedirlo -dijo en voz normal Camira. No podía creer que su voz sonara tan controlada cuando lo que quería era gritarle que le dijese la verdad de una maldita vez.
-¡Salvé a tu padre! ¡Le dije que se quedara en la maldita habitación mientras yo iba a verlas! ¡Lo retuve a salvo!
Pasó sus dedos por sus sedosos cabellos en un gesto de desesperación.
-Les ayudaste... Les ayudaste... Les ayudaste... -repetía Camira una y otra vez dándose cuenta de qué había pasado-. Colaboraste con la muerte de mi madre.
Leo sólo bajó la cabeza. No había nada más que hacer. La había perdido.
-Olvida eso, por favor. Nunca fue mi intención. No sabía que se trataba de ti a quien iban a herir. Me prometieron que si hacía lo que les pedía y podían matar a tu madre, tú estarías a salvo -dijo en un último intento de mantener a flote su relación.
-Has vivido todo este tiempo mintiéndome -no fue una pregunta, pero tenía la misma vacilación ya que no quería creerlo.
Un nudo se alojó en el fondo de su garganta.
-No fue fácil para mí, para tí sí. Te di todo lo que necesitaste, estuve ahí para tí.
-¿Crees que es fácil? -dijo la chica en un susurro casi inaudible, sin embargo, él la oyó, por razones que ella nunca escucharía de sus labios-. ¿Hablar de alguien sobre cómo fue la muerte de tu madre?
El dolor crispó las facciones del muchacho. Le dolía tanto haberle mentido. Le dolía tanto haberle dicho parte de la verdad. Le dolía tanto haberla metido en todo aquello. Le dolía incluso verla frente a él. No tenía derecho de contemplarla nunca más. Es por eso que más tarde hizo la acción de la que no se arrepentiría pero que le causaría un gran dolor a ella.
-¿Saber que en quien supusiste que siempre podrías confiar te haya dado la espalda durante tanto tiempo diciéndote mentira tras mentira para ocultar la mentira original? Nunca, nunca más quiero verte -dijo despacio, marcando cada sílaba con crueldad incluida. No dijo nada más, no creía ser capaz de abrir la boca sin empezar a llorar.
Salió de la habitación dando un portazo y fue directo al jardín trasero. Se sentó en la maleza sin importarle en absoluto y sollozó hasta que el sol se puso. Leo estuvo mirándola todo el tiempo por la ventana de la habitación en el segundo piso.
Camira cerró los ojos, esperando despertar en la cama con Leo a su lado y que todo haya sido sólo una terrible pesadilla. Sin embargo no lo era, y tenía que afrontarlo.
Pasó la tarde en el patio hasta que se decidió a ir a dormir, con el propósito de ignorar a Leo.
Y entonces todo se había venido abajo.
Leo se había suicidado, dejándola sola en ese mundo tan horrible.
Aún alcanzaba a recordar el débil susurro de su voz cuando le esuchó por última vez.
"No soy bueno, nunca lo he sido. Encontrarás a alguien más, Camira. Lo sé, estoy seguro. Adiós."
Camira nunca más quiso volver a esa casa.

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Pff es domingo y quiero que ya sea lunes, ¿me lo creen? Es que mañana por fin iré a comprar el segundo libro de "Cazadores de sombras" Aghh.. es que ayer lo terminé pero era sábado y la librería ya había cerrado y hoy es domingo así que no abren, entonces voy a ir mañana haha. Bueno, espero les haya gustado y por favor comenten! :D Gracias.
A.J.

sábado, 26 de febrero de 2011

2. Hacia Klair

Algo le decía a Camira que después de todo, estaría a salvo en aquella ciudad.
-¿A dónde vamos? -preguntó ella caminando rápidamente para poder alcanzar a Gio. Estaba exhausta aunque se negaba rotundamente a admitirlo. Además, tenía que dar dos pasos para poder ir a su lado cuando él daba uno
-A Klair -respondió Gio como sí nada.
Aquello la confundió la ira se abrió paso queriendo salir a flote.
-Oye, no es como decir: iré a Starbucks, porque ya sé a dónde voy y si me dices Klair, no tendo la menor idea de lo que dices -dijo con el ceño fruncido.
Gio suspiró con un gesto de cansancio.
-Klair es una ciudad debajo de ésta.
Lo pensó por dos segundos.
-¿Cómo una ciudad subterránea? -preguntó interesada.
-Es una ciudad subterránea -aclaró.
Después de eso, el silencio se hizo presente, como si en realidad fuera, físicamente hablando, en medio de ellos dos, tan palpable y... silencioso.
Entonces Camira se puso a examinar a Gio de pies a cabeza. Se preguntó si Gio sería un diminutivo de algún nombre, tal vez Giovanni. Se fijó en su cabello, despeinado y casual, como el protagonista de tantas películas, tantas que había perdido la cuenta de cuántas veces había visto ese peinado despeinado en el cine y la televisión. No le importó, en él se veía estupendo.
Sus jeans estaban desgastados, al igual que los de ella, pero los de él eran más claros, como si los hubiesen lavado y relavado un millón de veces. Su camisa era a cuadros, de color rojo y con botones al frente; se parecía a las que usaban los granjeros pero Gio los lucía como un galán de cine. Sus manos se movían en sus costados para adelante y para atrás debido al movimiento y sus pies parecían extremadamente ágiles. Se dio cuenta de que era sumamente guapo.
La pregunta surgió en el fondo de su mente y ésta se abrió paso hasta llegar a la superficie. ¿Quién era Gio?
-Puedes tomar una foto si quieres -dijo Gio volviéndose hacia ella un poco pero sin dejar de tener su atención al frente, viendo por dónde caminaban.
-¿Disculpa? -preguntó un tanto ofendida Camira.
-Sí, digo, he notado cómo me miras, podrías tomar una foto y enseñárselas a tus amiguitas mundanas.
Camira enrojeció de verguenza pero ése no fue el único sentimiento que sus palabras provocaron en ella.
Se preguntó si alguna vez había tenido una amiga, alguien a quién contarle lo que sucedía sin temor a que hiciese nada más que llorar contigo y consolarte mientras juntas buscaban una solución a cualquier problema. Pero no lograba recordarlo. Quiso saber si había sido algo para alguien como lo había sido para...
¡No!, gritó una voz en su cabeza e instintivamente se abrazó el torso con los brazos.
Gio le dirigió una mirada de soslayo pero no dijo nada. En realidad, se sentía un poco molesto.
¿Por qué ella era tan importante? ¿Por qué le habían mandado a él que fuese por ella? ¿Por qué específicamente a él, el mejor guerrero de Klair? Ese chica tan sólo era una simple mundana. ¿Cierto? ¿Cierto?
Bufó y se limitó a seguir caminando con ella a sus espaldas. Advirtió que se había rezagado un poco pero qué más daba.
Al ver que la miraba a los ojos, rápidamente Camira apartó la mirada. No era que no lo quisiese mirar sino que no podía. Si lo hacía, sólo Dios sabe de qué se enteraría.
Se obligó a relajarse y volvió a dejar caer las manos sobre sus costados.
-¿Qué tiene de especial Klair? ¿Por qué está debajo de esta ciudad? -preguntó curiosa, evitando sus ojos.
-Es la ciudad de los ángeles.
-¿Debajo? -No tenía congruensia-. ¿Ángeles debajo de la Tierra?
-Ángeles caídos -explicó con un vestigio de amargura en su voz.
-¿Entonces tú eres uno de ellos?
Asintió.
-¿Un ángel caído?
Volvió a asentir.
-¿Cómo caíste?
Rió sin dejar la amargura de lado.
-Tal vez algún día te lo cuente, por ahora deja de preguntar, ¿quieres?
Le sonrió. Una sonrisa sin siquiera un poco de felicidad que hizo que ella asintiera resignada.
Caminaron en silencio por un rato, Camira se limitó a mirar el suelo mojado. Supuso que había llovido no hacía mucho y levantó la mirada al cielo. Las nubes eran de un tono grisáceo y no eran las únicas. La ciudad en sí, ahora que entraba más y miraba en su interior, parecía igual de apagada que el cielo.
-¿Qué pasa? ¿Por qué todo es tan oscuro? -preguntó Camira.
Suspiró cansado.
-Una guerra se avecina.
-¿Qué guerra?
-Una en que muchos morirán, inocentes y culpables. No importará, estoy seguro de que todos matarán al azar.
-Eso es horrible.
-El mundo entero es horrible -respondió con simpleza.
-Bueno, antes no lo era -dije inconscientemente.
-¿Por qué lo dices?
No se dio cuenta pero ahora caminaban cerca y se acercaron aún más porque ahora hablaban en susurros.
Camira cerró los ojos al darse cuenta de que estaba a punto de hablar con alguien sobre aquello que escondía de todos. Nunca había sentido la necesidad de abrirse ante nadie y ahora, se encontraba ahí, caminando en medio de la calle yendo a una ciudad de la que sin duda nunca había escuchado, con un chico al que le quería decir cualquier cosa con escuchar su voz.
Abrió los ojos sin ninguna prisa.
-Antes era feliz. El mundo tenía todos los colores que pudiesen existir pero... cuando él se fue...
Volvió a bajar los párpados rápidamente con un nudo enorme en la gargante, sin embargo, reprimió las lágrimas. No lloraría. Oh, no, no lo haría.
-¿Él quién? -preguntó Gio.
-No importa -dijo Camira tosca, pasando su lengua por sus labios repentinamente secos.
Gio la miró examinando sus facciones durante una fracción de segundo y luego volvió la cabeza al frente de nuevo como si Camira dijera la verdad y no importara. Y no es que a él en serio le importara, ¿cierto?
-Hemos llegado -anunció Gio sin moverse.
Camira miró hacia todos lados, no veía absolutamente nada.
-¿Seguro? -preguntó.
Él asintió sin decir nada.
-Pero no hay nada.
-Tenemos que bajar -dijo con tono obvio. Señaló la tapa de la alcantarilla que había a unos cinco, seis pasos de ellos y se encaminó a ella. Levantó la tapa y la puso a un lado-. Iré yo primero y te atraparé, ¿de acuerdo?
-De acuerdo -repitió Camira. Vio saltar a Gio y oyó el golpe sordo que realizaron sus pies al tocar el suelo. Se armó de valor y de un solo salto, con los ojos cerrados y el aire pegándole ferozmente en la cara, cayó en los brazos de Gio.
La cercanía la aturdió y se encontró a centímetros de los ojos de él. El muchacho no la soltó, sabía que debía hacerlo pero había algo en ella que le obligaba a estar a su lado, a protegerla, a alejarla de cualquier peligro.
Tú eres peligroso, le recordó una vocecilla en su cabeza.
Pero era tarde, Camira lo había mirado ya a los ojos fijamente y leía cada expresión de su rostro. Se dio cuenta de tantas cosas, supo gran parte de su pasado con tal sólo una mirada y se odio por ello. Era su intimidad, no la de ella. Vio cada una de las batallas que él había librado, que en realidad no era un chico malo sino que defendía a cualquiera que tuviera derecho de ser libre y sintió la necesidad de hacer lo mismo por él. Él merecía ser libre.
Se apartó bruscamente.
Odiaba tanto esa parte de ella. La única persona que había conocido y a la que no podía ver el interior de su alma así había sido sólo una, y ya no estaba con ella.
Eso le había dado una lección. La gente que estaba alrededor de ella siempre acababa con un desastre tras otro. Era por eso que ella misma no se permitía tener ninguna relación con alguna persona que influyera sentimientos provenientes de cualquier de las dos partes.
Suspiró aún sintiendo la fija mirada de Gio sobre ella.
¿Por qué era tan difícil apartarse de él?

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Gracias! Bueno, este es el segundo cap de la historia, espero les haya gustado y si por favor me pudieran ayudar recomendandome en sus blogs se los agradeceria muchos. Comenten si les ha gustado por favor(:
A.J.

Diez cosas sobre mí

1. Me llamo Anna.

2. Mi momento favorito de los Grammy 2011 fue cuando Mick Jagger cantó "Everybody needs somebody to love", me enamoré de su interpretación y de su energía.

3. Odio el queso manchego.

4. Adoro escribir y siempre tengo un cuaderno o un libro a un lado.

5. Eminem es uno de mis cantantes favoritos y si me preguntan con que es lo que me tranquilizó les diría que cantando "Without me", "I need a doctor", "Not Afraid". Era lo que estaba cantando en el examen de matemáticas para calmar mis nervios haha

6. No tengo una película favorita, simplemente me gusta ir al cine a cada rato a ver cualquier película, claro que tengo mis amigas para ello. Para las de terror, Daniela se la pasa riendo conmigo. Para las de comedia o las románticas, voy con mi mejor amiga Alicia. Y para las infantiles como cuando fui a ver "Toy Story 3" (xD) me llevo a todos para llenar la fila de asientos haha

7. Soy fan de The Vampire Diaries y me enamoré de Damon Salvatore.

8. Me encanta leer.

9. Mi casa tiene madera por todas partes porque mi mamá así lo decidió y mi papá dijo que estaba bien. Donde veas. ¿El sillón? Madera. ¿El comedor? Madera. ¿La puerta de las habitaciones? Madera. ¿La escalera? Madera. Y podría seguir......

10. Pienso que el amor debe ser correspondido por las dos partes para ser definido como "amor", si no es así, tan sólo es una atracción.

viernes, 25 de febrero de 2011

1. Recuerdos

Camira Hathaway caminaba por la acera del lado derecho de la calle. Sus pasos eran silencios aunque no lo hacía a próposito. Estaba acostumbrada a estar sola y, en realidad, no es que tuviera a alguien más. Pasaba desapercibida en cualquiera de los lugares a los que fuese, pero no era incómodo, sino que le gustaba no tener que ser el centro de atención.
No valía la pena mirarla a los ojos si has vivido una vida llena de felicidad y oportunidades, ya que, el engaño, la rabia, el sufrimiento y cualquier sentimiento carente de algo parecido a la felicidad, parecía haber sido borrado de sus ojos.
Era la clase de personas honestas, que no les gustaba mentir pero lo hacían cuando era necesario. Y los que la conocían, sabían que si le iban a preguntar algo, más les valía estar cien por ciento seguros de querer escuchar la respuesta.
Los jeans de color negro que traía puestos estaban desgastados y un poco sucios, más tarde se pararía en algún lugar para lavarlos pero en esos momentos, lo único que le importaba era alejarse de ahí. Quería irse lejos. Acababa de llegar, sin embargo, no le gustaba el ambiente que había en aquel sitio.
Al instante en que entró a la ciudad, supo que no quería pasar más tiempo ahí. Era como si algo en su interior le advirtiera que se fuese, que no era un lugar seguro, que no era un lugar para ella.
Nunca antes había experimentado ese sentimiento pero supo que no era uno bueno y prefirió irse antes de que algo malo ocurriera.
De repente vio al chico que estaba recargado sobre la pared de la acera de enfrente. Se parecían tanto...
El recuerdo la invadió, como muchas otras veces, e hizo que parara en seco, dejando que se reproducieran en su mente las imágenes, parecidas a pequeños destellos, que había intentado enterrar en lo más profundo de su memoria.

-¿Crees que es fácil? -dijo la chica en un susurro casi inaudible, sin embargo, él la oyó, por razones que ella nunca escucharía de sus labios-. ¿Hablar con alguien sobre cómo fue la muerte de tu madre?
El dolor crispó las facciones del muchacho. Le dolía tanto haberle mentido. Le dolía tanto haberle dicho parte de la verdad. Le dolía tanto haberla metido en todo aquello. Le dolía incluso verla frente a él. No tenía derecho de contemplarla nunca más. Es por eso que hizo la acción de la que no se arrepentiría pero que se causaría un gran dolor a ella.
-¿Saber que en quien supusiste que siempre podrías confiar te haya dado la espalda durante tanto tiempo diciéndote mentira tras mentira para ocultar la mentira original? Nunca, nunca más quiero verte -dijo despacio, marcando cada sílaba con crueldad incluida. No dijo nada más, no creía ser capaz de abrir la boca sin empezar a llorar.
Sacudió la cabeza cuando el doloroso recuerdo desapareció.
Habían pasado cinco años y aún no podía superarlo, aunque nadie podría culparla. Perder el amor de tu vida no era algo de lo que alguien se podría reponer tan fácil como leer un libro acerca de "cómo olvidar el dolor del pasado para mirar al futuro sin sentir nada en absoluto". Ni siquiera existía un libro que se llamase así por dos simples razones: primera, era un nombre demasiado largo y segunda, nadie en este mundo sabía cómo enseñar ese arte en específico.
-Disculpa, ¿tienes la hora? -La voz interrumpió el rumbo de sus pensamientos y la sacó de su trance emocional.
Camira levantó la mirada, algo que el hombre vio en ella, le obligó a retroceder varios pasos antes de dar media vuelta y marcharse. Ella volvió a bajar los ojos al suelo en cuenta el señor desapareció de su vista.
Era difícil, incluso para ella que llevaba años haciéndolo, repeler a las personas como lo había hecho con ese hombre. A veces sólo tenía ganas de lanzarse a los brazos de cualquier desconocido y echarse a llorar.
-Supongo que lo más sensato sería irme como lo hizo ese hombre, ¿cierto? -dijo una voz, con un deje de burla, detrás de ella.
Camira se volvió lentamente, sin saber a quién encontraría.
-Supongo -dijo ella feroz y sarcástica, sin embargo, no sonrió-. Aunque no espero que lo hagas.
Entonces lo vio. Era el chico que había visto en la acera de enfrente, el que había pensado que se parecía tanto a...
Prefirió no pensar su nombre. No a menos que quisiera invocar de nuevo el recuerdo que la perseguía cada vez que cerraba los ojos.
El muchacho sonrió de lado e hizo ademán de retroceder un paso, como si en realidad se fuera, no obstante, no lo hizo. En lugar de ello, volvió a avanzar el paso que había retrocedido
-¿Vendrías conmigo? -preguntó fingiendo un tono amable, claro que no muy bien y Camira tampoco creyó que su propósito fuera ser amable con ella.
-No -respondio secamente.
-Bien -apenas terminó de decir la corta palabra, se lanzó contra ella.
Camira lo esquivó, sintiendo la adrenalina correr por sus venas.
-Quizá deberías considerar mejor la opción de marcharte -dijo ella.
Él sonrió de lado, destilando egocentrismo por cada poro de su cuerpo.
-Quizá -repitió.
Se abalanzó sobre Camira pero ella fue más rápida y le dio un golpe antes de que pudiese hacerlo él a ella. Él cayó al suelo.
-Por cierto, me llamó Gio. Un placer.
Mientras hablaba se había levantado y acercado a mí, tendió su mano sin esperar en realidad que yo la estrechara.
-No soy estúpida -le advertí refiriéndome a la mano.
-Bueno, nunca tuve intenciones de luchar.
-Es lo que dicen los perdedores.
-¿Las tenías tú?
Se sintió tonta al darse cuenta cómo Gio había invertido el sentido de sus palabras y no dijo nada. Ella tampoco había tenido ganas de luchar, en lugar, ella sólo había planeado marcharse de ese lugar que no le daba buena espina. Él sonrió al ver que había acertado.
-Camira -dijo ella en voz alta irguiéndose un poco y dejando de parecer a punto de luchar.
-Lo sé, me han mandado a buscarte pero supuse, cuando te vi, que no vendrías por las buenas.
-Supusiste bien.
-¿Siempre estás a la defensiva?
-Sólo con gente que no conozco.
Gio suspiró con un deje de exasperación.
-No iré contigo si es lo que quieres saber -dijo ella.
-No lo he preguntado oficialmente.
-Ibas a hacerlo.
-Por supuesto -dijo con un gesto que dejaba en claro que se sentía más grande que ella.
-¿Siempre eres tan egocéntrico? -preguntó Camira.
-Es un don.
-Creía que los dones eran buenos.
-No creas todo lo que escuchas.
-En realidad lo leí -comentó ella contenta con el simple hecho de estar molestándolo.
-¿Dónde? ¿En un libro de cuento de hadas? Peor aún.
Dio media vuelta sin importarle si ella iba a contraatacar o no y empezó a caminar en dirección de donde había aparecido, esperando que lo siguiera. Sin saber el motivo de por qué lo hacía y sintiéndose tonta por seguir al cabeza hueca con cara bonita, Camira caminó detrás de él, sin preguntarse a dónde iban porque lo sabía muy bien: regresaban a la ciudad de la que ella había intentando irse. Y entonces, en medio de todo eso, ya no le pareció tan horrenda.


Cinco años atrás. Odesa, Ucrania.
-No, no, por favor, no te vayas -dijo ella sollozando en el regazo del muchacho-. Siento tanto haberte dicho aquellas palabras. Siento tanto haber actuado como actué. Te amo, no me dejes sola, no podré soportarlo.
-Lo siento -no especifíco la razón, pero ella sabía por qué se disculpaba exactamente-. Es algo que tenía que hacer, estarás mejor sin mí, créeme. No soy bueno, nunca lo he sido. Encontrarás a alguien más, Camira. Lo sé, estoy seguro. Adiós -se despidió con la voz entrecortada. Después cerró los ojos eternamente, sumiéndose en el más profundo de los sueños.

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Espero les haya gustado! Muchas gracias y por favor dejen sus comentarios(: Jaja, en realidad a mí me gusto el cap y me reí bastante cuando escribía lo de "sintiéndose tonta por seguir al cabeza hueca con cara bonita"
Estaba parada frente a mi casa, contemplando cómo mi hermana se marchaba junto a su amiga. Tan pequeñas, tan igenuas...
Me recordaban tanto a mí y a mi amiga de toda la vida, ésa con la que había peleado, con la que había gritado, con la que había reído, con la que había convivido durante años para que todo acabara como muchas amistades: mudanza y adiós.
Y es que ella y su hermano habían sido mis amigos desde que tengo memoria, incluso muchísimo antes de los que son viejísimos amigos y siguen fomando parte de mi vida.
Saltando y brincando, sonriendo y gritando, mi hermana se alejó de nuestra casa con destino a la de su amiga.
Y entonces recordé a los que suponía habían tomado el lugar de los que se habían ido. Los vecinos que se mudaron hace alrededor de tres años y se marcharon al año. Era igual.
Ella tenía un hermano, igual que mi otra amiga hacía años atrás, demasiados quizá. La sonrisa de él hacía que también sonriera. Sus ojos hacían que los míos brillaran.
Él me ayudó a descubrir lo que en realidad significaba el amor. Y es que el amor no existe si no es correspondido. Pienso que si no es así, tan sólo es una atracción a la que estamos tan obligados como la Tierra es obligada a girar alrededor del sol.
Y luego, ellos también se fueron.
Dejándome sola como lo habían hecho mis antiguos amigos, ¿es qué ese ciclo siempre se repetirá?

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Bien, tan sólo sentía la necesidad de escribir. Eso es todo.
No es un capítulo de "Año Bisiesto", es simplemente algo que me carcomía mi mente por pedazos pero ahora me siento más libre por lo menos. Pronto subiré un capítulo, en serio. Y muchas gracias por comentar. Jaja, y sí Aranza, es la primera historia que publico pero no la primera que escribo. Muchas gracias por decir que escribo bien(: Tú también escribes genial y amo la historia de Nessy y Alec, y la de Jane y Alec.

martes, 22 de febrero de 2011

Prólogo de "Año Bisiesto"

Hola a todos! Soy A. J. y estoy iniciando este nuevo blog para publicar una historia que tengo en la cabeza desde hace un rato, en serio espero que la puedan leer y que les guste.
Me encanta escribir y siempre he tenido un cuaderno bajo mi almohada cuando duerme, ya sea si estoy escribiendo algo sin lógica, leyendo mi libro de historia por el examen del día siguiente o mi diario, simplemente.
Bueno, en fin, éste es el prólogo, la historia se llama "Año Bisiesto" espero y lo lean:



Australia. 1993.
La niña lloraba sin saber en realidad qué era lo que pasaba, pero eso no importaba cuando veía el dolor que reflejaba el rostro de su madre. Aun siendo tan pequeña, la niña seguía presintiendo que algo malo pasaría.
Con los bruscos golpes a la puerta, la niña lloró aun más fuerte.
-¡Abran la puerta! -gritó un hombre.
-Mi niña, necesito que no llores, necesito que estés en silencio... -dijo su madre con lágrimas nuevas en los ojos.
Más golpes fuertes se dejaron escuchar con gritos por parte de los hombres que estaban afuera.
La bebé, por más loco que sonara, calmó sus sollozos haciéndolos silenciosos y miró fijamente a su madre que seguía llorando.
-Ellos me quieren a mí, pero tú estarás segura si no haces ruido.
Ella puso a su pequeña hija debajo de la mesa de la cocina y la tapó con una manta color rosa pálido para después darle un beso en la frente.
Sintió como si le quitaran una parte de ella pero, sin embargo, levantó la frente y se alejó de la niña para que no la descubrieran porque sabía, que si esos hombres malos la encontraran, la matarían.
La puerta se abrió de repente debido a la fuerza que ellos le habían puesto. Apuntaron a la señora que sollozaba sentada en el suelo, recargada en la pared y, sin piedad ni bondad, presionaron el gatillo.
La niña, no obstante, no emitió ningún sonido.

Desafío 2011: 50 Libros



Hola a todos! Sí, han leído bien. Estaba vagando por algunos blogs y encontré ésto. Entré al blog y vi de qué se trataba así que me acepté hacer el desafío.
El caso es éste: en el 2011 tengo que leer 50 libros. Bueno, pues lo intentaré.
No hay ningún premio más que la experiencia de las historias reproducirse dentro de tu cabeza. Es por eso que decidí hacerlo.
Bueno, si quieren intentarlo también, tan sólo den click en la imagen de arriba(:
Adios.
A.J.